IV
Vuelvo de estar con vos por donde la luz temprana
de la primavera destella en las paredes de siempre:
el Pez Dorado, la casa de saldos, la zapatería…
Arrastro la bolsa de las compras, corro el ascensor
donde un hombre viejo, tenso, almidonado, deja
que las puertas casi me cierren encima.
Le grito –¡Párela, por el amor de dios!
y él me dice –¡Histérica!– por lo bajo.
Me instalo en la cocina, descargo los paquetes,
hago café, abro la ventana, pongo a Nina Simone
que cantaHere Comes the Sun… abro el correo
mientras bebo el café delicioso, la música deliciosa,
con el cuerpo todavía liviano y pesado a la vez, todavía con vos.
Del correo se cae una copia de algo que escribió
un hombre de 27 años, un rehén, torturado en prisión:
Mis genitales fueron objeto de tal despliegue sádico
que me mantienen siempre despierto del dolor…
Hacé lo que puedas para sobrevivir.
Sabés, creo que a los hombres les encantan las guerras…
Y mi enojo incurable, mis heridas insuturables
se abren más con las lágrimas, lloro de impotencia,
ellos todavía controlan el mundo, y vos no estás en mis brazos.
Adrienne Rich (Baltimore, 1929- California, 2012)
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