Recién las siete y el oscuro pleno
pisamos el mantillo de las hojas,
ella suave con patas afelpadas
y yo más torpe, de torpeza humana,
se acompasa sin embargo este silencio,
¡Linda noche!, como capa de reina
húmeda y cálida, grillos y un rocío
que cae sumiso sobre mi espalda o
sumisa la espalda mía, dispuesta,
cayado de la noche que es promesa
siempre cerrado y lejos el umbral
del verano hacia el dulce descenso,
bienvenido, sueño, seas propicio
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