Veinticuatro años rememoran las lágrimas de mis ojos.
(Enterrad a los muertos para que no marchen penosamente hacia la tumba)
En el dique de la puerta natural me acurruqué como un sastre
que cosiera la mortaja para una travesía
bajo la luz del sol devorador de carne.
Vestido para morir comencé el contoneo sensual
las venas rojas llenas de dinero,
en dirección final a la ciudad rudimentaria
avanzo mientras dure lo que existe para siempre.
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