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Fernando Pessoa - Libro del Desasosiego


297.


La reductio ad absurdum es una de mis bebidas predilectas


298


Todo es absurdo. Este se empeña su vida n ganar dinero que va guardando, y ni tiene hijos a quin dejarlo ni esperanza que un cielo le reserve una trascendencia para ese su dinero.

Aquel empeña todos sus esfuerzos en ganar fama para después de muerto, sin creer en la supervivencia que le daría el reconocimiento de la fama. Ese otro se consume persiguiendo cosas que realmente no le gustan. Mas allá, hay uno que -

Uno lee para saber, inútilmente. Otro goza para vivir, inútilmente.


Voy en un tranvía, y voy reparando lentamente, como acostumbro, en todos los pormenores de las personas que tengo delante de mí. Para mí los pormenores son cosas, voces, frases.

En ese vestido de la muchacha que está frente a mí descompongo el vestido de paño del que esta hecho, el trabajo con que lo hicieron-pues lo veo como vestido, no como paño-y el sencillo bordado que rodea la parte que contornea el cuello se me aísla en el hilo de seda con el que se bordó, y el trabajo que costó bordarlo. E inmediatamente, como en un libro elemental de economía política , se desdoblan delante de mí las fábricas y los trabajos- la fábrica donde se hizo el tejido; la fábrica donde se hizo el hilo de seda, d un tono más oscuro, con que rodea de cositas retorcidas su sitio cerca del cuello; y veo las secciones de las fábricas, las máquinas, los obreros, las costureras, mis ojos vueltos hacia dentro penetran en las oficinas, veo a los gerentes intentar permanecer tranquilos, sigo, en los libros, la contabilidad de todo; pero no es sólo esto: veo, mas allá, las vidas domésticas de los que viven su vida social en esas fábricas y esas oficinas...Toda la vida social yace ante mis ojos sólo por que tengo frente a mí, bajo un cuello moreno, que tiene del otro lado una cara que ignoro, una irregular orla regular verde oscuro sobre el verde claro de un vestido.

Más allá de todo esto presiento los amores, las secrecias [sic] el alma de todos cuantos trabajaron para que esta muchacha que tengo frente a mi en el tranvía use, en torno a su cuello mortal, la banalidad sinuosa de un hilo de seda verde oscuro dibujando inutilidades sobre la orla de un paño de un verde menos oscuro.

Me estoy mareando. Los bancos del tranvía, de un trenzado de paja fuerte y pequeña, me llevan a regiones distantes, se me multiplican en industrias, obreros, casas de obreros, vidas, realidades, todo.

Salgo del tranvía exhausto y sonámbulo. Viví toda una vida.


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