En vez de carta
El humo del tabaco resquemo el aire.
El cuarto, un capítulo en el infierno kruchonijiano
¿Te acuerdas?
tras esa ventana
por vez primera,
acaricié, frenético, tus manos.
Hoy estás
con el corazón acorazado.
Otro día más,
y me expulsarás
abrumándome injurias.
En la turbia antesala no acierta
con la manga la mano quebrada de temblor.
Huiré,
Arrojaré el cuerpo a las calles
Arisco,
enloqueceré
tajado de desesperación.
¿Para qué eso?
querida,
piadosa,
déjame decirte ¡adiós!
Aunque no quieras
es mi amor
lastre que arrastrarás
adonde vayas.
Deja que llore en el último grito
el amargor del desaire
El buey cansado de trabajar
va
y se tumba en las aguas frías
Para mi
no hay otro mar que tu amor
y tu amor no concede descanso.
Si quiere calma el elefante agotado
se acuesta majestuoso en la arena encendida.
Para mi
no hay otro sol que tu amor,
y yo no sé dónde estás, ni con quién.
Si atormentarán así a un poeta
él,
por dinero, cambiaría a su amada y la fama
pero a mi
no me alegra otro sonido
que el sonido de tu nombre entrañable
No me arrojaré al patio
no beberé veneno
ni podré apretar el gatillo en la sien.
En mí,
aparte de tu mirada,
no manda el filo de las navajas.
Olvidarás mañana
que te coroné
que abrasé en el amor el alma florida
y el carnaval agitado de los día vanos
aventará las páginas de mis libros.
Las hojas secas de mis palabras
¿harás detenerte
y respirar con ansiedad?
Déjame
que con mi última ternura alfombre
tus pasos que se van.
1916
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