No sé. ¿Quién sabe?
Su memoria resiste el avance
del horizonte,
sentado en el cordón
de la acera en Broadway, entre
la 149 y 150 oeste,
cobijado en el fragor de buses,
emisión de gases,
peatones que abruman y
máscaras fugaces, extraña la unión
de sonrisas, complicidad
y esperanza.
¿Estaría aquí o allá si
no hubiese vivido
la ilusión?
Inocente sigue creyendo
que la utopía es abierta y áspera,
impía y teatral.
Impaciente, ahora espera el fin;
uno deja billetes cerca
como ayuda para un vino íntimo,
algún turista
le hace fotos, supone
que es un mimo en pantomima
buscando un colofón.
El siseo de la brisa
Deshilachado del Hudson un hilo turbio
cruza Riverside Drive, se enhebra
en la felicidad
de Julia Down, ciega de nacimiento,
garabateando en el aire ondas, espirales y
rayas que pueden asombrar
o confundir,
según quien las descifre.
El garabato sacude unos tonos, mueve
la cola bífida, olfatea el fuego
que entibia la soledad de la escritora
y junto a ella ladra
bajo un cielo de agua
lleno de peces peinándose las escamas
de mercurio vivo.
Mientras, Down continúa
tanteando el vacío, indaga
en el in crescendo para cruzar
al otro lado del viento.
Comments