La conciencia del fuego apagó la de la tierra. Mi visión del mundo
se resuelve en un adiós dudoso, en un prometedor nunca.
Culpa por haberme ilusionado con el presunto poder del lenguaje.
Todo es un interior.Por tanto, el poema es incapaz de aludir hasta las sombras
más visibles y menos traidoras.
Hablar es comentar lo que place o disgusta. Lenguaje visceral constatador
de los fantasmas de las apariencias.
Escribir no es más lo mío. Con solo nombrar alcoholes temibles yo me embriagaba.
Ahora-lo peor es ahora-, no el miedo a un desastre futuro sino la de algún modo
voluptuosa constatación del presente infuso de presencias desmoronadas y hostiles.
Ya no es eficaz para mi el lenguaje que heredé de unos extraños. Tan extranjera,
tan sin patria, sin lengua natal. Los que decían <<y era nuestra herencia una red
de agujeros>>, hablaban, al menos, en plural. Yo hablo desde mí, si bien mi herida
no dejará de coincidir con la de alguna otra supliciada que algún día me leerá con fervor por haber logrado yo, yo, decir que no puedo decir nada.
8 agosto 1971
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