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Saladosur

Foto del escritorSalado Sur Editorial

Bernardo Carrettoni - El Cisne II


Lo siguiente puede parecer extraño, ahora bien, no encuentro nada real que realmente no lo sea. Lo siguiente es: Un cisne me picoteaba los pies. Ya me había deshecho las alpargatas y las medias; ahora picoteaba ya directamente sobre la carne. Tenía plumas de colores iridiscentes en tonalidades de diferentes azules y pequeños matices en rosa, como caleidoscópicos. De tanto en tanto daba un golpe fuerte, después se alejaba volando varias veces alrededor de mí, para luego continuar su trabajo. Una jovencita que pasaba se quedó un instante observando y después me preguntó lo obvio, quería saber por qué soportaba al cisne.

-Estoy indefenso-le dije-. Él llegó y empezó a picotear; yo, naturalmente quise espantarlo, hasta intenté acogotar esa forma interrogativa que se forma en su cuello, pero esta clase de animales tiene mucha fuerza y audacia, y además quería también saltarme a la cara, ante esa circunstancia preferí sacrificar los pies; éstos están ahora casi destrozados, como verás.

- ¿Es posible que se deje torturar de esa forma? - dijo la jovencita. Un corchazo y listo con el Cisne.

- ¿Es así la cosa? -pregunte-. ¿No querés vos encargarte de la secuencia?

-Dale, no hay problema -dijo la jovencita- Solo hace falta que vaya a casa a buscar el arma. ¿Podés aguantar todavía una media hora?

-No sé,contesté y me quedé un rato paralizado por el dolor; después dije-: inténtalo, de todos modos, si es tan amable, se lo agradecería.

-Bien, quedamos en esa-dijo la jovencita-, me voy a apurar.

Durante la conversación el cisne había estado atendiendo tranquilamente la carne, y había dejado vagar su mirada entre la jovencita y yo, mostrándonos su pico lleno de sangre. Entonces me di cuenta de que había entendido todo o eso creí; levantó vuelo, se estiró hacia atrás en un amplio semicírculo para tomar el necesario impulso, y, como un lanzador de jabalina metió su pico por mi boca hasta clavarlo profundamente en mí.


Al caer para atrás, sentí, liberado ya, cómo él bebía implacablemente la sangre que llenaba todas mis profundidades y desbordaba todas las orillas.


Al caer para atrás sentí, los perdigones destrozando su carne y mi carne, la mía todavía más- y juntos y destruidos, despanzurrados, perecimos.


Al caer para atrás sentí, liberado ya, terminado un ciclo nuevo energético, magnético; liberado ya de ese plumaje cristálico, magenta, violeta, azul.

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