Infinito estrellado, tú, la noche a la mente
que ansiosa dices que eres el misterio;
el día efímero te esconde de la vista,
el día que no es nada en tu inmensidad,
el día que es toda la vida del hombre.
Infinito oscuro, estrellado,
solo tu silencio entiende el hombre
y dentro de una eternidad seguirás siendo misterio;
para él, siempre un misterio.
(marzo de 1924)
Todo el cielo es de humo
grave niebla-humo de noviembre
sobre la gran ciudad.
Pero no sólo noviembre
descendió sobre el mundo.
En los valles tendidos de las avenidas
los árboles negros y oscuros
se oxidan entre los cables y el humo.
Los árboles ya no tienen savia,
su antiguo latido
se contrajo y despareció.
En penumbra de la gran noche
se yerguen en las calles
vivos de otra vida.
Y se encienden entre las rígidas,
flores enormes y espectrales,
las frías flores eléctricas
que florecen en el mundo.
Las altas casas una junto a otra
los descubren inmóviles,
también ellas con grandes ojos alucinados.
Un solo, de saxofón----
Atronadora en la avenida
de pronto la orquesta se apaga.
Sobre la orquesta en sordina,
canta desplegado un saxofón ronco.
Hasta que la multitud se detiene.
Las casas indiferentes
cuelgan del cielo alrededor.
Vibra la voz bárbara.
Entonces mi vida
se hizo añicos en el suelo como un cristal.
El cansancio que antes la aplastaba
desapareció en el vórtice del sonido.
El alma inútil permanece.
Y las notas se aferran agudas
al aire, retorciéndose.
Es mi propia voz
la que resuena esta noche.
En el alma perdida
canta alto, altísimo, la soledad
un canto borracho de vida.
El cansancio huyó,
no vivo ni un momento más que el grito
modulo, exultante.
Toda mi alma
se estremece y tiembla y se abandona
en el ronco saxofón.
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