AYER Y HOY
Allá en los claros días de mi infancia lejana,
en el muelle sosiego de la vida aldeana
mi alegría era mía y mío mi nombre;
creía que la bestia se distinguía del hombre
e ignoraba la angustia del incierto mañana.
Hogaño en el estrépito de la ciudad ferviente
mi oscura vida añora la claridad ausente,
debo entregar mi dicha y enmascarar mi nombre,
complacer a la bestia que se transforma en hombre
y padecer mi pena desoladoramente.
QUICIO
Me entrego a todos, mas no soy de nadie;
para ganarme el pan vendo mi cuerpo
¿ qué he de vender para guardar intacto
mi corazón el cofre de mis sueños ?
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