Colectivo Poético Involuntario - Hierba sobre el mundo castigado
- Salado Sur Editorial
- 25 mar 2024
- 2 Min. de lectura
Los edificios se han caído. Las autopistas se han venido abajo. Recorro las construcciones sin fachada, como escenografías abiertas. Deambulo por los cuartos y veo gente muerta que parece dormida, una hija abrazada a su madre en una silla.
Camino por esos departamentos derruidos aunque todo está en su lugar como en el momento anterior a la catástrofe. Sentimos una vibración en el piso. Es un terremoto pensamos, pero todo sigue en pie.
Cuando todo pasó, recorrimos la calle.
Nos sentamos, sobre una piedra.
Nos secamos las lágrimas, con las manos sucias.
Encontramos pan, en una bolsa de basura.
Sentimos frío, en los pies.
Gritamos un nombre y nadie contestó.
Aullamos.
Robamos el abrigo de un muerto.
Hicimos un fuego.
En la palma de la mano, guardamos una brasa-
entonces vi que la ciudad se hundía
y grité después mucho después un grito que me llevó de mí hasta el tiempo
y no se oyó
¿dónde era que yo rogaba por nosotros
los que íbamos?
íbamos
con las aguas y las flores y los restos
de una frase a medio decir
porque el No alumbraba ese lugar inmenso
donde el viento de las palabras
soplaba sin cesar
y nos apagaba
Alguien debería dibujar de un modo impecable
el mapa de una ciudad loca
a la que abofeteaba el viento.
Bordeada por un mar gris y murallas de
piedra,
con gentes de poco hablar
navegando sus propios océanos.
Nombro una ciudad que no está muerta ni viva.
Vi epopeya donde debí ver miseria y degradación donde había renunciamiento. Niños vi: pero eran viejos. Y vi dioses que eran perros. ¿Sol? No: pintura fresca. Y oro en lugar de arena.
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