I Todo, todo y así los mundos áridos se abren paso Todo, todo y así los mundos áridos se abren paso,
la etapa del hielo, el sólido océano,
todo, desde el petróleo, el medio kilo de lava.
Ciudad de primavera, la flor domesticada,
revive a la tierra que hace girar los pueblos
exangües en torno a una rueda de fuego.
Como ahora mi carne, mi compañera desnuda,
teta del mar, el mañana glandular,
gusano en el cuero cabelludo, los sembrados e infértiles,
todo, todo también el cuerpo de la amante,
flaca como el pecado, la médula espumosa,
la carne toda, los mundos áridos se abren paso.
II
No temas al mundo del trabajo, mi mortal,
no temas la chata sangre sintética,
ni al corazón en la estructura de metal.
No temas la pisada, la molienda de semillas
el gatillo y la guadaña, la espada nupcial,
ni la piedra en la crítica del amante.
Hombre de mi carne, la mandíbula partida,
sabe ahora de la prisión y el vicio de la carne,
y de la jaula para el vicioso con ojos de guadaña
sabe, oh mi hueso, la articulada elevación,
no temas las vueltas que cambian la voz,
y la cara del amante voluntarioso.
III
Todo, todo y así los mundos áridos parean,
fantasma con su fantasma, hombre contagioso
con el vientre de su gente amorfa.
Todas las formas desde la placenta hasta la teta,
caricia de la carne mecánica en la mía,
encuadró en estas palabras el círculo mortal.
Florece, florece la fusión de la gente,
oh luz en el cenit, el capullo pareado,
y la llama en la visión de la carne.
Fuera del mar, el impulso del petróleo,
órbita y tumba, la sangre descarada,
florece, florece y todo, todo y así.
2 Dolor, ladrón del tiempo
Dolor, ladrón del tiempo que se arrastra,
la tumba dibujada por la luna, con los años navegantes,
el bribón del dolor roba
la fe rota del mar que puso de rodillas al tiempo,
los viejos olvidan los llantos,
reclinan el tiempo en la marea y los momentos en las que el
viento fue duro,
llaman a los náufragos
que cabalgan la luz del mar por un camino hundido,
los viejos olvidan el dolor,
apartan la tos, al albatros suspendido,
devuelven el hueso de la juventud
y el ojo de sal tropieza con el lecho donde ella yace
la que echó a la suerte la alta marea en un tiempo de cuentos
y yace eternamente enamorada del ladrón.
Ahora mis padres marinos dejaron que el ladrón de cara al tiempo,
con la muerte brillando en su manga,
con un botín de burbujas en un saco raído
se deslice en la tumba del semental,
blanco del forajido a través de una grieta de eunuco,
y libere el doble dolor encerrado,
sin silbato de plata que lo persiga en los días pico
de las semanas hasta el día de la muerte,
estas burbujas robadas llevan mordeduras de serpientes
y los colmillos de los muertos vivos,
ningún tercer ojo que demuestre el sexo del arcoíris
que unió la mitades humanas,
y todo permanecerá y camino a la tumba abierta
tomará forma con los ladrones de mi padre.
3 No desde esta ira
No desde esta ira, anticlímax después
de que el rechazo la golpeara en el lomo y la flor débil
se inclinara como una bestia para lamer las caprichosas inundaciones
en una tierra atada por el hambre
ella habrá de recibir una panzada de algas
ni soportará esas manos híspidas que yo toco a través
de los dos mares agonizantes.
Detrás de mi cabeza un cuadrado de cielo se derrumba
sobre la sonrisa circular que va de un amante a otro
y la esfera dorada que hacer girar los cielos;
no desde esta ira después
de que el rechazo golpeara como una campana bajo el agua
habrá su sonrisa de nutrir esa boca, detrás del espejo,
que arde junto a mis ojos.
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